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Editorial

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Al menos, el golf va por muy buen camino

Fernando de Buen

La noticia del segundo lugar de Carlos Ortiz y el octavo de Abraham Ancer en Mayakobá, fue una verdadera delicia y la fuente de inspiración para elaborar este texto, ya que tal resultado no es otra cosa que la consecuencia de un esfuerzo excepcional por parte de ambos, pero también de su preparación desde las etapas infantiles y juveniles, a través de las competencias organizadas por la Federación Mexicana de Golf (FMG), a través de sus comités y asociaciones.

Reconozco que el título de este texto es inevitablemente tendencioso y no me faltan ganas de escribir sobre la insoportable bajeza del presidente y sus esbirros en el Senado, para elegir a la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, pero, en lugar de estar destilando mis amarguras en este valioso lapso que ustedes, queridos lectores, me brindan de vez en vez, quiero compartirles mi punto de vista acerca de la maravillosa evolución que ha tenido el golf de alto rendimiento en nuestro país en tiempos recientes.

Hasta hace algunos años, la presencia de mexicanos en las principales ligas profesionales del mundo —PGA Tour y LPGA Tour—, eran resultados de esfuerzos personales que poco o nada tuvieron que ver con el desarrollo institucional del golf en México. Me refiero, por supuesto, a las dos estrellas solitarias de la primera década del presente siglo, Lorena Ochoa y Esteban Toledo. Si bien la tapatía vivió intensamente las competencias organizadas por la Asociación Mexicana Femenil de Golf (AMFG), queda claro que su nivel de superdotada no surgió de aquellos torneos, sino de un enorme esfuerzo personal. Esteban, aunque aprendió a jugar en su natal Mexicali, maduró como golfista del otro lado de la frontera.

En 1997, el tapatío Rafael Alarcón logró ingresar al PGA Tour y me atrevería a mencionar que fue el primer mexicano miembro de la Gira, que vivió el proceso de formación de los torneos institucionales regionales y nacionales, ayudándolo a una preparación que lo llevaría a ser uno de los mejores jugadores de Oklahoma State University. Perdió su estatus al finalizar la temporada.

Fue hasta hace poco más de un lustro cuando empezamos a vivir verdaderos éxitos internacionales de golfistas formados casi integralmente en los procesos institucionales manejados por la FMG. Casi podría afirmar que el inicio de esta extensa línea ascendente se originó en Antalya, Turquía, en octubre de 2012, cuando el equipo mexicano, conformado por Sebastián Vázquez, Carlos Ortiz y Rodolfo Cazaubón consiguió la medalla de plata, solo por debajo de la terna estadounidense, en la que participaron Justin Thomas y el campeón de U. S. Amateur de ese mismo año, Steven Fox. Sebastián fue el mejor golfista del torneo.

Ya como profesional al año siguiente, Carlos Ortiz calificó el Web.com Tour —hoy Korn Ferry Tour— y tuvo en la temporada 2014 un éxito arrollador, ganando tres torneos y el derecho de pasar en forma automática el PGA Tour 2014-15.

Al segundo año de Ortiz como miembro de la máxima gira, se le unió el debutante Abraham Ancer, que también calificó por la vía de la gira de ascenso. Fue el primer año en el que dos mexicanos participaron regularmente en el PGA Tour. A ninguno de los dos le alcanzaron los ingresos para jugar la temporada 2016-17, aunque el de Reynosa, gracias a otra exitosa campaña en el Korn Ferry Tour, aseguró su regreso al circuito grande en la 2017-18, en compañía del veracruzano Roberto Díaz, quien también vivió el ciclo del golf institucional desde las etapas infantiles-juveniles.

Mientras que Bobby no tuvo éxito en su paso por la exigente gira, con ánimos renovados y decidido a demostrar su pertenencia en la elite del golf mundial, Abraham tuvo un extraordinario desempeño en su regreso al PGA Tour, logrando cinco top-10 y finalizando el calendario en el lugar 60 de la FedexCup. Al año siguiente, avanzó aún más, consiguiendo un subcampeonato y otros tres top-10. Fue el primer mexicano en calificar al Tour Championship, concluyendo la temporada en lugar 21. La 2018-19 fue también la que marcó el regreso de Carlos Ortiz y el debut de José de Jesús Rodríguez, aunque este último no fue producto del proceso institucional, ya que él se formó como caddie en Irapuato, su tierra natal. Mientras Carlos logró retener su tarjeta, el lugar 113, con tres top-10, el Camarón no tuvo la misma suerte y quedó fuera. Ese año, el golf mexicano volvió a imponer una marca, al ser esta temporada la primera con tres jugadores de nuestro país en el PGA Tour.

Hace unas semanas inició la temporada 2019-20, con la presencia de Abraham Ancer y Carlos Ortiz, quienes se han desempeñado en forma brillante, acumulando lo necesario para resistir la llegada de los mejores exponentes del Tour al principio del próximo año. Con tres top-5 en seis apariciones, Carlos ocupa el lugar 12 en la FedexCup, mientras que Abraham, con dos top-10 en el mismo número de torneos, ya ascendió al lugar 39 de dicha lista. Si bien Ancer tiene garantizada su participación en los torneos grandes del año próximo, gracias a su posición en el ranking mundial —36º—, Ortiz podría acceder a los mismos si continúa con sus excepcionales actuaciones.

En el caso femenil, más allá del milagro Lorena, el camino de sus paisanas no ha sido el más sencillo. Violeta Retamoza (2008) y Alejandra Llaneza (2013), formadas bajo el manto de la AMFG, alcanzaron a jugar una temporada en el LPGA Tour —enorme mérito, hay que decirlo— pero no pudieron sostenerse. Alejandra sigue activa y podría regresar al máximo circuito femenil.

Fue hasta la llegada de Gaby López, cuando se hizo evidente que no se trataba de una estrella fugaz en el firmamento del golf femenil, sino de una profesional decidida a quedarse en la elite de su profesión. Ingresó al LPGA Tour en 2016 con el pie derecho y se ha mantenido en el mismo sin problemas, a pesar de una cirugía en la mano, que la alejó por unas semanas del circuito, a principios de 2018. Su gran premio llegó al final de dicha temporada, cuando el 7 de noviembre ganó su primer torneo, el Blue Bay LPGA.

En mayo de 2019, María Fassi ingresó al LPGA Tour, tras una impresionante carrera en el golf colegial, que ya puso su nombre con letras de oro en la historia. Dadas su extraordinaria capacidad como golfista y una mentalidad a toda prueba, no tengo duda que la próxima temporada marcará su consolidación en el circuito.

Por falta de espacio, no he podido mencionar a tantos otros que se formaron en el golf institucional y que participan activamente en el Korn Ferry Tour, el PGA Tour Latinoamérica, o las chicas en el Symetra Tour. Desde aquí, mi admiración a todos y cada uno de ellos.

Los resultados hablan por sí solos. Pensar que tantos éxitos en los años recientes son únicamente efecto de esfuerzos individuales es un completo absurdo. Las cosas a nivel institucional se están haciendo muy bien, se está invirtiendo más dinero que nunca y los números son elocuentes, hasta las principales giras del mundo.

¿Será que nos estamos acostumbrando al éxito? Ojalá pudiéramos decir lo mismo de nuestro país.

fdebuen@par7.mx