25 años del “Pedrá” de Extremoduro
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25 años del “Pedrá” de Extremoduro

Jesús Casañas — 18-02-2020
Empresa — Dro
Fotografía — Archivo

El lunes 17 de febrero se cumple cuarto de siglo del lanzamiento de “Pedrá”, el quinto álbum de Extremoduro. Un disco conceptual, integrado por una única canción de media hora que, como tantas otras ideas de Robe, fue incomprendida en su momento para convertirse en obra de culto con el paso de los años.

Corría el año 1993, en la plenitud de la denominada “Época del caos” de Extremoduro. Robe se había mudado a Barcelona. El desgaste, los excesos y la distancia geográfica estaban desintegrando la formación que había entrado a grabar “Deltoya” un año atrás. Iniesta le daba vueltas a la posibilidad de grabar un disco en solitario o formar una banda paralela a Extremoduro, y de hecho llegaría a montar el fugaz grupo Q3 en la Ciudad Condal junto a Eugenio ‘Uge’ Ortiz a la guitarra, Ramón ‘Mon’ Sogas al bajo y Jorge Pérez ‘el Moja’ a la batería.

En aquel caldo de cultivo, José Luis Nieto ‘Selu’, el saxofonista que había salido de Reincidentes siendo sustituido por Finito de Badajoz a la guitarra, le propuso en el mes de mayo al músico extremeño la idea de crear un grupo con miembros de diferentes formaciones. Robe accedió de buena gana, encargándose como de costumbre de la voz principal, la guitarra rítmica y la parte compositiva. Iñaki ‘Uoho’ Antón, el carismático guitarrista de Platero y Tú, se involucraría en los roles que años después desempeñaría de forma constante en Extremoduro (desde 1996 hasta la fecha): guitarrista solista, multiinstrumentista de estudio (en esta ocasión metería –además de un sinfín de guitarras– teclados, percusiones y trombón de varas), arreglista y productor artístico.

Gary (del grupo Quattro Clavos) entró como batería. Diego Garay ‘Dieguillo’, todo un superviviente del punk alavés que había militado como bajista en los míticos Quemando Ruedas y que en aquella época entraría en Cicatriz sustituyendo al malogrado Pakito, cerraría el quinteto. Ya en el nuevo milenio grabaría un par de discos con su propia banda, Antisocial. Por razones que desconocemos aparecía acreditado simplemente como ‘D’ en las primeras versiones del disco, siendo directamente omitido de los créditos en ediciones posteriores.

El súper grupo fue bautizado como Pedrá, y apenas meses después, en agosto de 1993, se dispuso a registrar su primer álbum. Los estudios escogidos fueron los Lorentzo Records de la pequeña localidad vizcaína de Berriz. Todo un remanso de paz aun hoy en activo, regentado por Aitor Ariño, donde Extremoduro grabarían también sus discos posteriores hasta que ‘Uoho’ se montó su propio estudio en su casa de Muxica (y que inaugurarían con “Yo, minoría absoluta” (02)). Ariño ejerció de técnico de sonido, Josu Monje como ayudante y Raúl y Biri como productores ejecutivos. Por allí se pasarían también dos amigos habituales: Fito Cabrales (todavía al frente de Platero y Tú) metería arreglos de guitarra flamenca, y Ramone ‘Capitán Kavernícola’ prestaría su voz, encargándose posteriormente de la icónica portada en la que un simio de sonrisa maliciosa juega con una piedra a la luz de la luna (dibujaría también años después las portadas de “Agila” (96) e “Iros todos a tomar por culo”(97)).

Lo que Robe puso sobre la mesa no tenía nada que ver con lo que había hecho hasta aquel entonces: una única canción, de casi media hora (29 minutos y 28 segundos para ser exactos), con multitud de cambios, subidas y bajadas. Su letra mantenía las marcas de la casa: poesía (con algunos versos prestados de Manolillo Chinato) plagada de declaraciones de intenciones, excesos, sexo, amor, desamor y frases lapidarias (“Tengo claro que no quiero ser como tú”, “He aprendido, de estar solo, a llorar sin molestar, y a cagarme en los calzones, y a dudar”, “Si quieres que yo te quiera lo vas a tener muy crudo, pues yo no meto la lengua en ese chocho peludo”).

Por la parte musical, un rock experimental, a veces duro, a veces sinfónico y progresivo, que nacía suave con unos leves arpegios en torno a Mi menor para ir subiendo de intensidad, volver a bajar, meter fragmentos de flamenco o blues y volver a acelerarse de forma visceral. Algo parecido a lo que plasmaría años después en “La ley innata”(08), aunque partiendo esta vez el disco en seis pistas.

La intención era haberlo editado bajo el nombre de Pedrá, pero tras más de un año no encontraban una discográfica capaz de apostar por una ópera prima tan arriesgada y anticomercial. Finalmente fue DRO (su discográfica desde 1991, absorbida ya por Warner Music en aquel entonces) la que accedió a publicarlo, siempre y cuando lo hicieran bajo el nombre de Extremoduro. Terminaron por aceptar, y el disco fue lanzado al mercado el 17 de febrero de 1995 en casete y CD, con Extremoduro como nombre del grupo y “Pedrá” como título del álbum. En la portada aparecía la mencionada ilustración de Ramone, mientras que en la contra se reproducía un poema de Pablo Neruda, ese que Robe recita antes del fragmento de once minutos que se marcan en el directo “Iros todos a tomar por culo”: “Cumpliendo con mi oficio, piedra con piedra, pluma a pluma…”.

En el reportaje que Lino Portela le dedicó a Roberto Iniesta en el número 140 de la edición española de la revista Rolling Stone (donde fue el protagonista de la portada), el ex trabajador de Warner José Manuel Gómez asegura que Saúl Tagarro, presidente de la compañía en aquel entonces, estaba empeñado en que algún fragmento de la canción sonase en Los 40 Principales. “Era una locura”, confiesa, “le decíamos: ¿Qué parte vas a seleccionar? ¿Donde canta ‘hijos de puta’ o en la que dice ‘busco colillas, me saco las armondiguillas?’”.

“Esto no es el último trabajo que ha hecho Extremoduro, sino el primero de Pedrá”, explicaba Robe en el texto introductorio del libreto. No obstante, el grupo no pasó de aquella aventura. Iniesta daría por terminada la “Época del Caos”, yéndose a vivir a Granada y posteriormente al País Vasco animado por ‘Uoho’, con quien refundaría la formación más estable de Extremoduro con José Ignacio Cantera a la batería y Miguel Colino al bajo. Entremedias, grabarían en Madrid el disco que les supondría el salto a la popularidad: “Agila” (1996).

Como tantos otros proyectos de Robe –“La ley innata” o sus discos en solitario son un claro ejemplo–, “Pedrá” tardó en ser asimilada por el público de Extremoduro. Especialmente el más ortodoxo, que prefería el salvajismo casi punk de sus primeros trabajos, y el más comercial, que no era capaz de escuchar una misma canción durante treinta minutos seguidos (algo todavía más improbable en los tiempos actuales del usar y tirar). Con el paso de los años se ha convertido en una obra de culto, llegando a disco de platino con más de 100.000 copias vendidas.

Todavía se genera el debate entre si Robe dice “pueblo” o “ponlo” cuando le damos al play. Eso si no nos hemos hecho con una de las últimas ediciones lanzadas por Warner, que no sabemos si por esa razón ha decidido omitirlo. ¿Se tocarán algún fragmento en la gira de despedida de este 2020? En unos meses lo comprobaremos.

Los músicos opinan: 

Preguntamos a los músicos qué les pareció “Pedrá” la primera vez que lo escucharon. Esto es lo que nos han contestado:

Lichis:
“Seguí a Extremoduro desde una maqueta previa a su primer disco que llegó a manos de mis colegas no sé cómo. Me costó entrar, lo reconozco, cuando lo hice ya no salí. Robe era la voz de una generación despreciada, desarraigada, furiosa. De todos sus primeros álbumes, “Pedrá” fue el que menos escuché. Se avecinaba entonces el paso de Extremoduro como grupo de una numerosa minoría a fenómeno de masas sin discusión. Fue a partir de “Agila”. Todo proyecto sufre críticas desaforadas cuando cambia el guion, “Pedrá” lo hizo siendo un álbum “conceptual”, algo así como una larguísima canción. El hecho también de que se oliera en el ambiente el futuro ascenso al favor del gran público hizo posible que las críticas de los fans más fundamentalistas de la banda fueran algo airadas. No sé si el tiempo pone las cosas en su lugar o si nos reposiciona gracias al olvido de la época y circunstancias en las que se publican los discos. Para bien y para mal, el público no tiene memoria y es soberano”.

Rubén Pozo:
“La primera vez que escuché “Pedrá” pensé que no había propuesta igual en este país: un disco que es solamente una canción de media hora. Conceptual. Bueno, no sé si esto es lo primero que pensé o es algo que deduje con el tiempo. El caso es que me encantó desde “¡Ponlo!” a “¡Lohecantaocomomehasaliodelojcojone!”. Y me sigue encantando. Toda una pedrá en la cara. Veinticinco años y sigue sonando como si hubiera salido hoy. Una genialidad más de las suyas. Esta, de treinta minutos”.

Alberto García (Celtas Cortos):
“Desde fuera se ve como un disco en el que hay mucha pretensión artística, pero quizá resuelta con excesiva prisa. Como integrante de un grupo en que hemos pasado por momentos de creación más compartida y otros de más individualidad, creo que el trabajo en común, aunque a veces parezca estéril siempre deja un poso de unidad plural, fruto del engranaje que se consigue con horas de local de ensayo. En “Pedrá” yo detecto esa falta de unidad, pero también creo que es un disco que marca un impás necesario para el devenir del grupo. Creo que todos los grupos pasan por experiencias parecidas y muchas veces revierten positivamente.

Vito (Sínkope):
Un colega me dijo: “¿Has escuchado lo último de Extremoduro?”. Le dije que no. Me dijo que el disco constaba de una sola canción de casi media hora de duración. Coño, como la canción “Get Ready” de Rare Earth, que son ventitantos minutos, le dije a mi colega. Sobre “Pedrá”, una vez la hube escuchado, pensé: original. Sin más.

Poncho K:
“Yo tenía unos quince años cuando supe de la existencia de “Pedrá”. ‘El canijo’ lo puso en el radiocasete que tenía en el patio de su casa mientras merendábamos un bocata de mantequilla y azúcar, debía ser verano si mal no recuerdo. También recuerdo que aún faltaban unos días para el viernes, porque quise comprar la cinta en el momento pero no tenía pelas y el viernes era cuando mi padre me aflojaba los cien duros del fin de semana. Al día siguiente, ni corto ni perezoso me fui en bici hasta Continente (ahora Carrefour) a unos siete kilómetros de distancia desde el pueblo y la mangué. Fui a mi casa directo para abrir el libreto y bebérmelo. Oler y sentir su tacto mientras los primeros arpegios eléctricos y el saxo hacían que se me erizara la piel. Eso sí era un ritual y lo demás es tontería. Y eso es “Pedrá”, un olor a papel y a tinta, una generación nueva buscando estímulos rebeldes, un rumor que se nos clavaría en lo más profundo sin tener consciencia de que estábamos escuchando algo tan basto. Sigue resonando en mi cabeza “hijos de puta… Tanan Tanan...””.

El Toubab:
“La primera vez que escuché hablar del proyecto “Pedrá” fue en boca de Robe Iniesta, en Lleida. Estábamos juntos en el camerino después de la prueba de sonido. Una amiga mía, natural de Plasencia, y su novio, me invitaron a ver el concierto de Extremoduro y a conocerlos. Tomás, el manager en aquel entonces, nos dijo: “Nadie nos lo quiere publicar. Robe se ha juntado con gente de Platero y tú, Reincidentes, Quattro Clavos y Quemando Ruedas para grabar una canción que dura veintinueve minutos. Yo era fan de Extremoduro desde sus inicios. Tenía sus cuatro primeros discos en vinilo. Aquel encuentro y aquella charla me marcaron para siempre. Poco después, escuché “Pedrá” y fue una sorpresa maravillosa para mis oídos. Cuando acabó la canción no pude evitar volver a pincharla mientras pensaba que estaba escuchando un disco que pasaría a la historia del rock en castellano. La obra te llevaba surfeando por distintos paisajes sonoros y te entretenías en cada uno de ellos al deleite de versos maravillosos, como mi preferido: “Morir sólo una vez, va a ser poco para mí”. Robe le mostró al público del rock lo mismo que Camarón al del flamenco. Un mundo musical sin complejos. En el que sigue sumergido, quizás, porqué derribando barreras mentales se crea mejor”.

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